Particular, sí, esa puede ser la palabra, particular. Así era tu forma de moverte por el pasillo de la universidad, y ya no conseguí desligarte. Esa era tu forma de moverte entre las mesas de la biblioteca, mis pensamientos se movían igual que tus rodillas y tus rodillas se movían de una forma rara, decidí someterme al aprendizaje por imitación y a cada flexión de tus articulaciones le adherí una palabra, conseguí aprenderme de memoria unas 12 páginas de resumen de diferentes materias que llevaba intentando entender unos cuantos días.
Como había avanzado muchas horas de estudio salte de la silla cuando Xóchitl, de esta forma resulto llamarse, volvió a pasar rareando por el pasillo, iba sola, no la había visto con el típico grupito de amigas revoloteando, como se suele hacer cuando eres adolescente, más bien siempre pasaba sola y esta vez decidí acompañarle. Salimos de la biblioteca, ella saco su teléfono móvil y se puso a escribir un mensaje delante de las maquinas expendedoras de bebidas apoyada en la pared y concentrada en la pantalla.
Yo metí unas monedas en una de las maquinas y saque un botellín de agua, “-¿Quieres beber algo?, tienes cara de tener sed.” Pareció sorprendida de que le hablara.
" –No, gracias, no tengo sed.” “ –Sabes, tienes una manera muy bonita de andar.” Dejo definitivamente el teléfono o terminó de mandar el mensaje y lo metió en su bolsillo.
" –¿Si?, gracias, a mi siempre me parece ridícula, más bien un estorbo que algo “bonito”.” Y me dedicó su primera sonrisa, sonrisa joven y de un blanco azulado. Xóchitl era morena de pelo liso, melena hasta media espalda, delgada, no muy delgada pero delgada, piel café con leche algo cargado, vestía pantalones vaqueros ajustados, zapatillas bota Nike retro de colorines, una camiseta sport pequeña en la que se podía leer “cállate la boca” a la altura de los pechos y llevaba un canguro con capucha, grande para su altura que debía ser aproximadamente 1.70m, cogido de una mano.
“ –¿Un estorbo?” Dije yo intentando mostrarme sorprendido aunque no sé si consiguiéndolo, proseguí “- No. Es muy, como decirlo sin que suene grosero, sensual.” Volvió a reírse tapándose un poco la sonrisa con la mano como avergonzándose, y dijo. “ –Gracias, eres un encanto, ahora si que me apetece beber. Una coca-cola zero por favor.”
Y así comenzó todo, seguimos hablando como una hora y me dijo su nombre, que tardé en deletrear casi un minuto, nacionalidad mejicana, de Coyoacán en el DF, becada para cursar estudios sobre, y esto no es lo más interesante, literatura comparada poesía mejicana – cine español, “vaya mezcla” dije yo y esta vez no se rió. La invite a cenar esa misma noche en mi casa y acepto, “-¿A las 10?” “- Perfecto.”
No es que sea ningún tipo de prestidigitador pero tengo la capacidad de incidir con mis palabras en el comportamiento de las personas, esa noche lo hice con Xóchitl, después de una cena ligera a base de ensalada y setas con berenjena al horno, tomamos una infusión de hierbabuena con un toque ligero de regaliz y hablamos durante más de dos horas casi sin parar. Nos conocimos un poquito, me hablo del DF yo de Zaragoza, llevaba solo un mes en España así que me pidió que le dijera cosas que hacer en la ciudad del Cierzo, yo le hable de muchos lugares, de las palomas de la plaza del Pilar, de que por la noche no están y de que es un misterio donde se meten por que si todas se posaran en la basílica probablemente se derrumbaría todas la noches. Le hable de los “modernos” de la Magdalena, de los “pijos” de León XIII, de las tribus urbanas y sus costumbres, de la muchas veces escasa actividad cultural y de los días de viento.
Cansado de hablar pero no de escuchar me decidí a coger su mano y en silencio apoyé su palma en mi cara, como a los dibujos animados se les ponen los pulpos en la cabeza, le di un beso en el centro y la deje ahí unos segundos sintiendo, ella se vino encima de mí, estábamos sentados en el suelo, yo la acogí en mi lecho como hace el lobo con caperucita antes de morderla y allí nos enlazamos. Poco a poco nos desvestimos el uno al otro de tal manera que parecía que en vez de quitarnos la ropa nos estábamos dando un masaje, nos subimos al sofá, conforme íbamos conociendo nuestros cuerpos desnudos y bien mullidos, comenzamos a lamernos y adorarnos, yo intoxicado de una carne que sabe a selva, a indio, a amazonas, carne dura de correr durante siglos entre árboles persiguiendo animales, carne verde de amor por la naturaleza, el bello de su sexo como amargo chocolate guardando el rojo chile que pronto hurgaría con mi sexo. Ella perdida en una ciudad 20 veces más pequeña que de la que había salido encontrando en mí un punto blanco donde actuar con su adolescencia recién cumplida, buscando nuevos sentidos y dejándose a lo diferente, que a nosotros nos aburre, gozando de nuestra ínter actuación.
Fue una noche larga, no sé cuantos coitos pero muchos, a la mañana siguiente no tenia fuerzas para nada, Xóchitl despertó pronto y marcho a clases después de darme un largo beso, así empezó todo, quién sabe como demonios acabará…….