miércoles, 24 de junio de 2009
el quicio de tu ventana
De partida una herida que auna fuerzas para la despedida sin desconsuelo, o debería decir el consuelo triste de una despedida alegre. Pasan los encuentros y nuestros cerebros no son capaces de fijar el sentido y la sensibilidad que conlleva la convivencia tardía con unos sentimientos imperecederos. Lo más sencillo bien sabe el humano que se convierte a menudo en algo muy complicado, enrevesado, y no deja de ser graciosa nuestra forma de deformar la realidad como si no partiéramos de una verdad real, ya lo suficientemente deformada. Reflexiono sobre la nausea que me provoca saber que cada vez que elijo, mi libertad se reduce, por eso ahora más que nunca me dejo al exceso de lo puramente impulsivo, de secar el cerebro para regar la parte más irracional de mi cuerpo, dejar que fluya y que haga surco. Tampoco soy capaz de alejar la sensación de que "somos todos unos jodidos esclavos" pero puedo disimularlo con una dignidad superior a la de hace unos años, y por último ya que hoy como la mayoría de días pierdo este momento en reflexionar sobre mis miedos, acabo con el peor de todos. Lo que más miedo me da y hablo de un miedo incontrolable es el concepto que albergan estas tres palabras, "imperecedero, eterno e infinito", os imagináis a un ser humano con estas características, aunque sea en espíritu, ya empiezo a temblar............................
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