LA GUERRA DEL FIN DEL MUNDO

domingo, 13 de septiembre de 2009

Los invasores deben morir

Piel blanca destilada, transparente, las venas se diferencian tras tu dermis como infinitas autopistas en un mapa, las pecas y lunares desean marcar puntos fijos sobre tu cuerpo, si intentas diferenciarlos con la mirada, caes en un horroroso mareo que acaba por desmayarte.
Tacto frío como de cadáver y suave como de bebé, que confunde al rozar para acabar creando adicción, como pura droga.
Fragancia arrogante de sudor limpio, tú halo perdura en la nariz hasta que la información de la cornea envuelve todas las neuronas, anulando cualquier otro tipo de transmisión eléctrica ínter cerebral.
Delgada como filo de cuchillo, ágil y resistente como aluminio aleado, tu presencia es imán de miradas y torpeza de observadores.
Tu aliento nicotina para un mundo de fumadores, que se fija al recuerdo como una puta lapa, dientes de marfil, afilados, alineados y siempre alerta, lengua rosa y jugosa, parece segregar dulce almíbar que con una sola gota calma sed para un mes.
Huesuda, alta de estructura, pareces un bambú cuando bailas y un domador de serpientes cuando no te mueves.
Desnuda pareces natural, al corvarte en cóncavo o en convexo, apoyada en manos y rodillas ordenas repentinos movimientos sísmicos, la tierra se retuerce por no tener ni manos ni sexo, el que te ve pierde semen sin tocarte y enloquece de entrepierna.
La flor de loto que te parte lo hace en pétalos de textura divina, que dibuja un triángulo celestial e invertido junto a tus senos, del cual tu ombligo es centro y señor.
Presidenta de estado, tus pensamientos son ley y orden, tu palabra obligación, y tus impuestos y tributos son los más caros, a la vez que los más gustosamente pagados. Mulata de norte y frío, bendíceme con tu presencia ………………

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